La Abadía de Montmajour, a las afueras de Arlés, sorprende por su grandiosidad. Fue fundada en el 948 y estuvo habitada por los monjes benedictinos hasta el 1790. Ahora, entre sus siniestros muros se respira tal sensación de serenidad que se diría que de un momento a otro va aparecer un monje.